Se conmueven los cimientos de la tierra

"Es preciso liberar a los hombres que se sienten abrumados bajo un peso insoportable --"venid a mi todos los que sufris y estáis oprimidos", nos dice el evangelio --, ya que la vida es de un valor tan alto que todo tallo demanda erguirse y toda ave ha de volar. No obstante, si a los h...

Descripción completa

Detalles Bibliográficos
Otros Autores: Tillich, Paul, 1886-1965 autor (autor), Sánchez Bustamante, Damián traductor (traductor)
Formato: Libro
Idioma:Castellano
Publicado: Esplugues de LLobregat (Barcelona) : Ediciones Ariel S.A 1968
Edición:Primera edición: junio 1968
Colección:Libros del Nopal.
Materias:
Ver en Biblioteca de la Universidad Pontificia de Salamanca:https://koha.upsa.es/cgi-bin/koha/opac-detail.pl?biblionumber=93786
Solicitar por préstamo interbibliotecario: Correo | Formulario
Descripción
Sumario:"Es preciso liberar a los hombres que se sienten abrumados bajo un peso insoportable --"venid a mi todos los que sufris y estáis oprimidos", nos dice el evangelio --, ya que la vida es de un valor tan alto que todo tallo demanda erguirse y toda ave ha de volar. No obstante, si a los hombres se les depara una mera liberación, a menudo vuelven a doblarse bajo una carga más dura aún que la de antes. Puesto que no es otra la dialéctica ineluctable de la libertad considerada únicamente como un poder de quebrantar ataduras: el espíritu de los libertadores alienta sueños de sujeción, de esclavitud y de tiranía, que se actualizan irresistiblemente en cuanto han conquistado la libertad de haberlo. Por eso resulta tantas veces falsa la liberación. Ya que son los actos quienes siguen al ser como su consecuencia, y unos actos libres nunca construirán un ser libre, como la consecución de una conducta virtuosa nunca hará santo al hombre. La adquisición de una libertad, la adquisición de una virtud no es absolutamente nada: fuego de virutas que se consume en sí mismo. Hay que cambiar el ser, hay que ir en busca de un nuevo ser; hay que descubrir y atizar el fuego que arde en la última profundidad del ser. Y solo entonces, de este ser nuevo se seguirán los actos nuevos: "la verdad se hace", nos dice Tillich repitiendo el cuarto evangelio. Como los antiguos alquimistas, el mensaje cristiano pugna por operar la transmutación del ser, una transmutación no obstante siempre reversible, puesto que en las grandes hondanadas del hombre es donde moran asimismo los poderes demoníacos de la muerte y del infierno, de la separación y de la destrucción. Alienta siempre en el hombre la tentación y la realidad del pecado, de la falta, de la tiniebla. Y solo existe una piedra filosofal que opere una y otra vez nuestra transmutación -- que nos lleve a asumir la verdad y a hacerla, a asumir aquella verdad que salva haciéndola --, y es la gracia de Dios, la gracia que vence al pecado y a la muerte y que, sobre el abismo de la desesperación, alza una esperanza siempre renaciente. Esta tensión inaudita y ese empreño constanne del hombre avanzando por un camino de angustia es lo que le libera del todo, puesto que lo libera de sí mismo y de su muerte. "Una verdad, sin el camino que a ella conduce, está muerta", nos dice Tillich. La verdad de la gracia, la verdad de la esperanza, la verdad del gozo -- más profundo aún que el surgimiento --, estas realidades del hombre en su última dimensión, solo lograremos que de nuevo sean vivas en nosotros si seguimos el rumbo que a ellas endereza. Tillich, en tanto que cristiano, así lo hace y nos enseña a mantener ese derrotrero." -- Solapa de la cubierta.
Notas:Título original: The shaking of the foundations
Traductor tomado del verso de la portada.
Descripción Física:292 páginas ; 19 cm