Sumario: | La experiencia nos confirma que la belleza verdadera es una fuente de alegría. En un mundo que a veces parece gozar con lo feo, es obvio que no todos estamos en la misma disposición para percibir la belleza, aunque veamos la necesidad de adquirirla o recuperarla en nuestra vida y en nuestro entorno.
Aunque el retorno a la belleza no debe ser un privilegio de todos, quizás los creyentes la necesiten más, sobre todo para hacer más fecundo el mensaje que trasmiten.
Tenemos necesidad de dejarnos fascinar por la belleza, de saberla conemplar y amar, a fin de que a través de ella podamos intuir la presencia salvadora de otra Belleza, la de Dios, que se revela en Jesús de Nazaret, del que todos hemos recibido "gracia sobre gracia".
|