Sumario: | La tristeza, con su nutrido racimo de sinónimos, difíciles de separar con precisión, no es, por cierto, un sentimiento deseable o atrayente. A partir de la segunda posguerra, tal vez con la intención de dejar atrás los horrores de todo lo sucedido, se procuró eliminar la tristeza para proponer una visión de la existencia bajo el signo de la serenidad perfecta. En el artículo se muestran las tentativas y los costes de tal exclusión para poner de relieve la importancia que tiene este sentimiento para una vida sana y plena desde el punto de vista humano y espiritual. En efecto, la tristeza forma parte de la vida y ayuda a captar su riqueza de matices. En particular, ella no se opone a la alegría, sino que la hace posible, porque representa su rostro especular, como la noche del día, y encierra enseñanzas valiosas para vivir bien.
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