“…Una representación teatral que con demasiada frecuencia necesite del apuntador provocará tanto descrédito como el juicio de un público siempre sumiso a los dictado de la clac. Si, conforme a las más viejas condenas del teatro (esas declaraciones fundacionales del pensamiento occidental) el. autor es un ser mendaz que engaña sobre la naturaleza de las cosas y el público una enajenada turba inepta para juzgar, el apuntador y la clac vendrían a añadir, con su artificio reduplicado, todavía más falsedad y más alienación. en este libro encontrará el lector, sin embargo, una defensa de ambas instituciones. se sostiene aquí que lo que suele llamarse verdad y justicia -los dos modos esenciales del acoplamiento y la concidencia- consiste en cierta forma de ocultar o descontar todo aquello que se resiste al ajuste, persuadiendo de que no ha habido ocultamiento ni descuento. …”

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