“…Entre lo más acertado del libro están los retratos sincrónicos y continuos de una serie de personajes: el príncipe Grigorii Lvov, un reformista de optimismo inquebrantable (incluso en los peores momentos), que fue la persona idónea para presidir el Gobierno provisional en marzo de 1917, pero que no pudo o supo encauzar los frentes abiertos por constitucionalistas de derechas (cadetes), los social-revolucionarios (eseristas), los
mencheviques y los bolcheviques; el general Alexei Brusilov, héroe durante la Primera Guerra Mundial, cada vez más decepcionado con el curso de la(s) Revolución(es) de 1917, y que, aunque acabaría colaborando con los bolcheviques durante la guerra civil, no pudo evitar sentir que se había desperdiciado una buena oportunidad para sacar a Rusia de su atraso; el escritor Maxim Gorky, crítico y defensor de la Revolución a partes iguales, una fuente de información muy valiosa para el período tratado; el activista campesino Serguey Semyonov, cuya sola vida ya serviría para escribir una novela; el campesino, obrero y después comisario político Dimitry Os’Kin, testigo de los hechos que sucedieron en San Petersburgo y en el Ejército Rojo desde 1918; y, cómo no, las vidas a retazos de Lenin, Trotsky, Kérensky o el propio zar Nicolás II: el retrato de este último sorprenderá a no pocos lectores, acostumbrados a la imagen de un zar indolente y abúlico, pero no celoso defensor de la autocracia y que sufrió más para permitir la Duma de 1906 que no para firmar su abdicación en 1917.
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