“…Por supuesto, este sacerdote estudió a fondo su teología dogmática y moral y su sagrada hermenéutica en el seminario; conserva los libros de texto y los consulta cuando ha de predicar a su feligresía; posee también en su biblioteca catecismos y sermanarios que le brindan sana y rica doctrina predicable; pero aquí está su fichero personal, el que él mismo se fue formando, a lo largo de sus años de estudios y de práctica pastoral y a través de sus copiosas lecturas o de sus conversaciones, observaciones y reflexiones; aquí están las alusiones oportunas, las comparaciones ilustrativas, las anécdotas aleccionadoras, las glosas escritas por él mismo al pie de algún hermoso párrafo copiado de algún escrito brillante, las ampliaciones literarias en derredor de una sentencia elocuente, los adornos destinados a esmaltar el discurson con la gracia de las florecicas puestas en los varios ambientes de la casa, etc., etc. …”

“…Para los padres, cuando uno de sus hijos/as pierde la vida, su vida nunca jamás será la misma, lo sabemos, pero el reponerse cuanto antes es un imperativo categórico. El tema del libro tiene su apoyatura en la muerte de dos hijos de familias muy queridas para el autor, que viven la tragedia de la pérdida de sus hijos, en torno a los veinte años en accidentes de tráfico, y se enfrentan con la tragedia y entienden que tienen que aceptarla, integrarla, asumirla y superarla, aunque sea lentamente. …”

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