| Sumario: | "El Espíritu sopla donde quiere".
Así dijo Jesús a Nicodemo. "Oye su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu". Por eso la voz de la Iglesia sobre el Espíritu ha sido tan fuerte como el susurro del viento, que indíca la presencia del Espíritu.
La enseñanza de la Iglesia sobre el Espíritu Santo es quizá lo que Nicolas Berdyaev ha denominado "la última frontera teológica inexplorada". En estos últimos años, sin embargo, esta "última frontera" está siendo objeto de una creciente atención por parte de diferentes tradiciones religiosas, desde el movimiento pentecostal a la antigua tradición de las Iglesias ortodoxas.
Es apropiado que el campo base para esta exploración lo situemos en la comprensión que los Padres de la Iglesia tuvieron de él. Joel Elowsky recorre con nosotros el tercer artículo del Credo niceno a través de una selección de pasajes sabiamente escogidos de confesión doctrinal de la Iglesia primitiva.
Los primeros cristiano comprendieron implícitamente que para hablar del Espíritu y entender al Espíritu es necesario el don del Espíritu. En otras palabras, solo es posible conocerlo en la medida en que él se da a conocer. A su vez, sopla donde quiere y no siempre donde se espera. Se llega a conocerlo al ver los resultados de lo que ha hecho.
Así que, siguiendo la guía del Espíritu, nos acercamos al tema con humildad, pero sin dejar de hablar cuando podemos y debemos hacerlo. Él nos señala a Cristo y al Padre, no a sí mismo. Este es el camino del amor, es así como Dios es amor.
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