Sumario: | Cuando perdemos a un ser querido...¡Ay, cuando perdemos! El corazón enmudece, el corazón quiere gritar, el corazón no entiende. Puede ser un momento para orar. Orar la pérdida, la desolación, el sinsentido; orar cuando la soledad sabe amarga, orar porque necesitamos que alguien nos entienda y porque necesitamos decir que no entendemos; para eso son estas páginas.
Darle palabras al corazón, expresar la propia pequeñez y necesidad, dar gracias, reconocer el misterio, contemplar la belleza... todo ello es profundamente humano y humanizador. Hacerlo ante Dios es orar.
En intimidad íntima, junto con un grupo en sintonía de corazones o en medio de una gran asamblea son formas distintas y hermosas de tratar de expresar la sed que tenemos de fuentes vivas para el espíritu.
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